Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1891-1892 (Cortes de 1891 a 1892)
Sesión: 29 de abril de 1892
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 187, 5339-5340
Tema: Inversión del crédito extraordinario para la construcción de la escuadra. Incidente sobre la suspensión de la discusión

El Sr. APARICIO: Decía, Sres. Diputados, que en nombre de esos intereses que ha recordado el señor Presidente? (Continúan las voces y protestas.- El Sr. Presidente llama nuevamente al orden a los señores Diputados.)

El Sr. SAGASTA: Señor Presidente, he pedido la palabra para solicitar una aclaración a una alusión que me ha dirigido S. S.

El Sr. PRESIDENTE: Con muchísimo gusto se la concederé a S. S. si el Sr. Aparicio, que está en el uso de ella, no tiene inconveniente. (Siguen los rumores y las protestas.)

El Sr. APARICIO: Estoy a la disposición del señor Presidente.

El Sr. PRESIDENTE: Cumplido el deber de cortesía y buena educación? (Aplausos en la mayoría. Grandes protestas en las minorías. Algunos Sres. Diputados abandonan el salón.)

El Sr. PRESIDENTE: Orden, orden.

Al Sr. Sagasta, a quien veo sereno y tranquilo y que tal vez, aunque lo dudo, ha podido oír la voz del Presidente, me dirijo para preguntarle si puede caber ofensa para nadie en que yo diga que tengo que cumplir deberes de buena educación. ¿En qué hace alusión esto a la buena o mala educación de nadie?

Pues que, al decir yo que si el Sr. Aparicio lo permitía, ¿no cumplía con un deber de cortesía y de buena educación? Cuando las cosas se miran con sangre fría y sin espíritu de hostilidad, no hay motivo para ver en esto nada que pueda herir a nadie en lo más mínimo. ¿Qué interés podía tener el Presidente en herir a nadie, cuando no tiene otro deber mas que el hacer que se cumpla el Reglamento? Pero si ante las palabras que dice el Presidente para calmar los ánimos y para que cese ese estado de perturbación se han de levantar tumultos, entonces más valdrá que lo que se levante sea la sesión. Yo me dirijo al Sr. Sagasta, que ha ocupado este sitio y que es testigo de la buena intención del Presidente y estoy seguro de que hará justicia a la Mesa.

El Sr. SAGASTA: Como llevo tanto tiempo de vida parlamentaria, desgraciadamente para mí, porque eso significa que no soy joven, oigo y veo con [5339] calma estos accidentes, muy propios de toda Asamblea deliberante, y de los cuales no es responsable nadie en realidad; porque la pasión, porque el deseo de sacar adelante cada cual su derecho, pone muchas veces a los Sres. Diputados o a los miembros de toda Asamblea deliberante en casos como el presente; y para resolverlos conviene, después de las expansiones debidas al apasionamiento que trae naturalmente consigo el deseo de sacar adelante cada cual su derecho, conviene, digo, ver con calma el asunto, y proponer aquello que más convenga a todos para que la dignidad y el prestigio del Parlamento no padezcan.

Aquí ha habido, en efecto, un error de interpretación, error de interpretación que ha consistido en lo siguiente. Presentada ya la proposición, me consultó el Sr. Presidente si este asunto era de aquellos verdaderamente urgentes, y si a pesar de la urgencia del asunto podía pasarse, al llegar la hora, a la discusión de los presupuestos. Yo dije al Sr. Presidente que con tal que esto se continuara discutiendo, no había prisa ninguna, y que podría entrarse en la discusión de los presupuestos terminadas las dos horas destinadas a preguntas e interpelaciones, según el acuerdo que con el Sr. Presidente de la Cámara tomaron todos los representantes de las minorías en la conferencia que con aquel tuvimos la honra de celebrar.

Pues bien; en esto ha consistido el error; porque, en realidad, la proposición podía haberse votado antes de llegar a la hora reglamentaria. No habían terminado las dos horas a que antes me he referido, lo cual no es extraño que el Sr. Presidente no lo supiera porque acababa de ocupar el sillón. Faltaba todavía cerca de un cuarto de hora para poder pasar a la discusión de presupuestos; en ese cuarto de hora podría haberse votado la proposición; y como la proposición, a mi entender, se ha de tomar en consideración, no habría inconveniente alguno en que, una vez tomada en consideración, se dejara para el día de mañana el entrar en el debate de esa misma proposición y si entrara, por consiguiente, en la discusión de presupuestos. Esto es lo que yo había convenido con el Sr. Presidente de la Cámara, y esto fue lo que dije a mis compañeros, a los cuales les pareció bien; pero la verdad es, que ni se ha votado la proposición, ni habían trascurrido las dos horas que dedica el Congreso a las preguntas, a las interpelaciones y a todos aquellos incidentes que, aparte de los presupuestos, han de tratarse.

Resulta, por lo tanto, que sin culpa de nadie ha habido molestias por uno y otro lado, por un error puramente material; porque el Sr. Presidente creyó que habían pasado las dos horas, y esas dos horas no habían terminado, y porque el tiempo que todavía restaba era suficiente para que la proposición se hubiera votado y se hubiese tomado en consideración, dejando su discusión para el día de mañana.

Entiendo, por consiguiente, que habiéndose tomado el acuerdo por el Sr. Presidente de decir que se suspendía este debate por creer que había llegado el momento de entrar en el orden del día, podía invertirse este tiempo de quince o dieciséis minutos en votar la proposición, así me parece que de esta manera se salvarían las opiniones de uno y de otro lado de la Cámara, y concluir de este modo el incidente, que, por desgracia, ha empezado con demasiada viveza.



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